Modus operandi del banco frente a las solicitudes de crédito de la empresa

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La iniciación o continuidad de operaciones financieras entre bancos y empresas se hace usualmente tras el consiguiente análisis económico-financiero de la empresa por parte del banco. Aunque las pautas de esta actuación son muy similares en casi todas las instituciones, no lo son igualmente los criterios de fondo que se aplican. Vamos a hacer un sencillo comentario sobre ellas.

La institución de crédito, ante una eventual solicitud procede así:

  • Promueve la elaboración de una propuesta que recoja el efectivo que se solicita, la modalidad de la operación y sus condiciones de todo tipo, para el cliente y el banco.
  • A continuación se hace una primera evaluación del prestatario, evaluación que ha de enfocarse con profesionalidad, neutralidad, realismo, e independencia, que siendo cualidades esenciales para cualquier persona, lo son mucho más para un analista de crédito.
  • Seguidamente se procede a evaluar el riesgo que se contrae, considerando, globalmente, el montante económico que se asume y la capacidad de generación de fondos que se espera produzca la operación que se financia.
  • Efectúa el análisis de la seguridad jurídica de la operación.
  • Terminado lo anterior, procede a la toma de decisión concreta: asumir, no asumir o asumir parcialmente la operación.
  • Posteriormente, no se olvida sino que inicia el seguimiento del cliente a quien se ha atendido, sobre todo, en operaciones que hayan podido dejar alguna duda inicial.
  • Y, finalmente, tiene dispuestas una serie de medidas cautelares e prevención de posibles situaciones de dificultad.

El aspecto que puede presentar un mayor grado de tecnicismo es la evaluación de la solicitud de crédito en sí, para el que existen infinidad de métodos y modelos operativos. Uno de los tradicionales es el debido a COHEN-SINGER cuyas características más importantes describimos seguidamente:

  • Simula el proceso de decisión a que se enfrenta el gestor de crédito de una entidad bancaria.
  • Tiene en cuenta los puntos «fuertes y débiles» que pesan sobre e que prepara y analiza la propuesta de operación.
  • Tiene ocho fases, pero, realmente, solo una vez es la que se enfrenta a la evaluación del crédito, respondiendo a cuestiones tales como:
  • la razonabilidad de la proporción y nivel de riesgo que se asume;
  • el nivel del Activo circulante del prestatario;
  • el grado de liquidez de dicho activo;
  • el grado de suficiencia de la rentabilidad que espera obtener e solicitante;
  • la valoración final del crédito del solicitante.

Como es lógico, en esta fase, y solo en ésta según el modelo, es necesario disponer de un análisis de estados financieros.

  • El resto de las fases atienden a aspectos tales como; la conformidad del préstamo con la política general del banco; el método de pago que se propone; el valor potencial que puede tener el cliente para el banco; el negocio inducido que se genera, etc.
  • Su estructura interna hace posible el tratamiento informático del modelo.

La progresiva divulgación y generalización de la informática de gestión está permitiendo un uso más frecuente de estas herramientas, sobre la cual no tenemos reservas cuando se utilizan como tales, pero que presentan signos evidentes de que deben desarrollarse para conseguir aceptabilidad y prestigio.

Desde otro punto de vista, más clásico pero no menos eficiente, Alcausa ofrece sugerencias valiosas que pueden completar nuestra visión sobre el estudio previo de la operación de crédito. Estas sugerencias se refieren a:

  • La necesidad de considerar de «valor relativo» las cifras que la empresa ofrece en sus estados financieros (balance, cuenta de explotación, cuadro de financiación, etc.).
  • La necesidad de valorar no sólo la riqueza actual, sino la capacidad futura que la empresa tiene de generar recursos financieros que hagan posible la devolución del principal y sus intereses.
  • Incluir en la valoración aspectos cualitativos de la firma: el negocio, el sector, proveedores, el equipo directivo, el personal, el entorno socio-laboral, contemplado todo ello desde una óptica de solvencia y profesionalidad.
  • Completar estos aspectos cualitativos con referencias externas: agencias informativas, registro público (mercantil, de la propiedad) registros de morosidad e impagos, sobre todo, cuando éstos tienen cierta entidad.

Como es lógico, y ratificando lo que se decía al principio, estas valoraciones no pueden hacerse puntualmente y al comienzo de la vida del crédito. Son permanentes y están justificadas en ese contexto de fluidez y versatilidad bajo el que concebimos las relaciones entre la empresa y las entidades financieras.

Aunque la práctica de estas tareas no siempre está exenta de dificultades y posibles susceptibilidades, es cierto que su realización es de todo punto inexcusable. La empresa ha de estar preparada para someterse a una «radiografía» por el banquero, y ello ha de asumirse como algo normal, pues a su través, el prestamista afianza y asegura su inversión. El razonamiento de la entidad de crédito es idéntico al que se realiza a la hora de estudiar la rentabilidad de una inversión: se debe estar seguro de la cronología, cuantía de los flujos de caja, así como de la calidad de los activos que respalden un posible incumplimiento. Por ello, y desde la otra parte, el banquero ha de ser sensible a ese proceso de comunicación constante con la empresa, mejor incluso antes de la operación, pues ello favorece la apreciación mutua y la eficiencia de sus relaciones, eficiencia que no debemos olvidar descansa en cuatro aspectos sustanciales:

  • La vida del crédito debe preservar su liquidez.
  • La vida del crédito debe posibilitar los depósitos requeridos para nuevas operaciones.
  • Su rentabilidad debe permitirle cubrir costes.
  • Además, debe dar beneficios suficientes a su entidad.

Estos aspectos, si no son ignorados por el prestatario, conducirán a buen fin la operación que entre ellos hubieren pactado.

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