Han hecho falta más de mil sentencias en su contra (255 en 2014) para que Bankia entre en razón y abandone su política, lícita aunque desafortunada, de recurrir todas y cada una de las condenas por preferentes. Los motivos aducidos por la entidad son, principalmente, el elevado coste y la jurisprudencia, la cual desaconseja recurrir en la mayoría de los casos.
Se puede decir que este acontecimiento supone un giro de 180 grados en su estrategia procesal. Concretamente, la Justicia ha desestimado hasta la fecha el 93% de los recursos presentados, lo cual a la postre implica una pérdida de tiempo y de dinero.
Esto no significa que a partir de este momento Bankia no vaya a recurrir ninguna sentencia, sino que, en lugar de recurrir ciegamente (como venía haciendo hasta ahora), analizará el perfil del demandante para, posteriormente, proceder a evaluar las probabilidades de éxito de un recurso.
Por desgracia, muchos preferentistas fueron doblemente engañados y, en vez de acudir a los tribunales, cayeron en la trampa del arbitraje, donde se rechazaron 45.586 solicitudes debido a que KPMG —la consultora encargada de filtrar las solicitudes— consideró en no pocas ocasiones que “los clientes tenían conocimientos e información suficiente como para entender el riesgo que se asumía en la compra de participaciones preferentes”. Al parecer, estas victorias en los arbitrajes espolearon a la entidad hasta el punto de creer que dichos triunfos podrían ser presentados como un argumento irrefutable ante los tribunales de apelación. Al final Bankia adoptó una postura fanática donde, a sus ojos, siempre tenía la razón, y el resto del mundo estaba equivocado. No obstante, gracias a este “fanatismo”, consistente en recurrir todos los fallos que iban saliendo en su contra, contamos a día de hoy con una jurisprudencia lo suficientemente copiosa en tema de preferentes, como para que bancos y cajas tengan que pensárselo dos veces antes de presentar cualquier tipo de apelación.
Actualmente Bankia ocupa el dudoso honor de ser el banco con más condenas en segunda instancia en relación con la colocación de deuda subordinada y participaciones preferentes, seguida de la que antaño fue Novagalicia (hoy ABANCA).
Esperemos que Goirigolzarri sepa rectificar y enderece el rumbo (en todos los sentidos) para que Bankia pueda ser, finalmente, una entidad de la que todos podamos sentirnos orgullosos, sin artimañas en los contratos hipotecarios (como las cláusulas suelo), sin tarjetas black, y, por supuesto, sin preferentes.
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