Un aspecto digno de estudios en la mecánica operativa de los créditos es el relativo a los criterios utilizados para la concesión de los mismos por parte de las instituciones financieras. Van estando lejanos los tiempos en que la presentación de una garantía real sólida, muy superior al montante que se solicitaba, era la única prueba que se hacía pasar al solicitante del crédito para decidir sobre su aceptación o reparos. Por otra parte, siendo la coyuntura económica algo que no es estático sino que está en continua evolución, criterios que pueden ser considerados válidos hoy, no pueden utilizarse mañana, cuando la oferta y demanda de dinero presentan unos signos diferentes. Entre los diferentes criterios para la obtención de créditos, podemos destacar los siguientes:
- La viabilidad del proyecto que se financia. Es por ello razonable la exigencia al peticionario no sólo del Balance y Cuenta de Explotación de los últimos ejercicios, sino información relativa a la específica cuenta de resultados que generará esta inversión durante su período de vida; sobre la estructura del accionariado de la firma que maneja la inversión; sobre el equipo humano que la dirige; sobre el mercado, los clientes y los productos o servicios que prestan a la comunidad; sobre las perspectivas que presenta el sector en los próximos años; etc.
- La justificación de la inversión que se asumirá con el crédito solicitado. No debe olvidarse la regla de oro de toda inversión, que exige que la tasa de retorno de la misma sea superior al coste del capital necesario para acometerla, o dicho en otros términos, que el valor capital que genera sea máximo y, en todo caso, positivo.
Desde otro punto de vista, la inversión se justifica cuando o bien sirve para mejorar la estructura financiera de la empresa o contribuye a elevar su tasa general de rentabilidad.
- Las garantías que aporta el peticionario del crédito tienen igualmente interés. La entidad que financia valora concienzudamente el riesgo que se asume con cada operación, ya que la presentación de un eventual fallido en cantidad importante afecta no sólo a su estabilidad financiera sino al prestigio y seguridad de los clientes que en ella depositan sus ahorros. Por ello, se analizará éste; las deudas que se han contraído anteriormente; el grado de cumplimiento de los compromisos de pago, etc.
Otro tema digno de mencionar es el relativo a la formalización. Aquí cabe hacer una matización entre el crédito comercial y el crédito puro: el primero se concentra en instrumentos cambiarios mientras que el segundo viene formalizado en una póliza de préstamo que ofrece mayores garantías de exigibilidad si llega el momento de su ejecución por impago.
- Y las compensaciones que se ofrecen por el solicitante del crédito a quien ha de concederlo. Se llaman compensaciones a las contrapartidas que se conceden al prestamista para hacerle más atractiva la operación y tienen fórmulas diversas: cesión de otras operaciones de gestión de efectos comerciales, depósitos en cuenta corriente, imposiciones a plazo, suscripción de certificados de depósitos, domiciliación de nóminas de los empleados de la firma que solicita el crédito, etc.
Como se decía, la mayor o menor exigencia de estos de estos criterios es función de la coyuntura del mercado financiero, de la situación de las disponibilidades del intermediario financiero y de las recomendaciones que la autoridad monetaria hace en cada momento.
Es cada día más notorio la debilidad del argumento de la posesión de garantías frente a la solvencia propia del proyecto. Las instituciones financieras más dinámicas van evolucionando en su concepción clásica de la garantía. Hoy es posible que se preste más a un proyecto en función de su viabilidad que a una persona según sus garantías.
Finalmente, es preciso hacer constar que en operaciones de crédito de elevada cuantía se hace aconsejable diversificar el conjunto de la operación entre diversos intermediarios, asumiendo cada uno de ellos una cuota del importe global del mismo en función de sus posibilidades e interés en la operación. Ello hace más diluido el riesgo que se asume que en el supuesto de que se titularizara totalmente el protagonismo de aquélla.
Correlativamente, cuando las empresas se relacionan financieramente con las entidades de crédito suelen distribuir el total de negocio entre varias de ellas, no sólo para aprovecharse de las ventajas comparativas que le puede reportar la práctica de una cierta competencia, sino por la dependencia exclusiva que una sola de ellas puede ocasionarle en algún momento una falta de atención que haga poner en peligro la fluidez de su flujo de fondos.
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